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En busca de una integración musical entre Estados Unidos y el resto de las Américas

En cualquier lugar de Sudamérica uno se encuentra con decenas de turistas de todo el planeta (incluyendo muchos estadounidenses), que buscan explorar las riquezas de la zona. Ya está claro para ellos que no todo es selvas impenetrables, ni pequeños poblados de madera. Pero en el medio de la música de tradición escrita, también debemos hablar a la inversa. Incluso no podemos hablar de Latinoamérica como una entidad unitaria, ya que existe desinformación entre lo que hace un país y otro.

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Álvaro Gallegos

A photo of the street sign showing the intersection of Grand Street and Avenue of the Americas with a rusty plaque of the USA on top

(Ed. Note: An English translation of this article is available here.)

A comienzos de 1963, Leonard Bernstein apareció en la televisión estadounidense para uno de sus populares programas de la serie Young People’s Concerts. El capítulo se llamaba “The Latin American Spirit”, y en los primeros minutos, el carismático director/compositor trataba de explicar a la audiencia que en cada lugar civilizado de la Tierra había gente poniendo puntos en un pentagrama. En otras palabras, que los compositores no son algo exclusivo de países desarrollados. Por supuesto que en esa época, Sudamérica era una especie de “tierra misteriosa” para el estadounidense común, que probablemente la imaginaba como un lugar lleno de junglas, con posiblemente Buenos Aires o Río como las únicas grandes ciudades.

Pero, ¿qué pasaba en el mundo musical de aquel momento? ¿El mundo musical estadounidense? Ese era otro asunto. Era una época en que había mucha interacción entre compositores americanos y aquellos provenientes del lado sur del continente. Músicos latinoamericanos viajaban a los Estados Unidos gracias a fondos y becas, y Aaron Copland viajó varias veces a Sudamérica, no solo para dirigir su propia música, sino también para conocer compositores, dialogar con ellos, y en muchos casos esto llevó a invitaciones de su parte para visitar los Estados Unidos. Hubo compositores que en efecto se radicaron allí, como el chileno Juan Orrego-Salas (n.1919). En una espléndida entrevista con Orrego-Salas publicada acá en NewMusicBox el abril pasado, el viejo compositor dio cuenta precisamente de aquella época.

En 2014 las cosas son diferentes.

En cualquier lugar de Sudamérica uno se encuentra con decenas de turistas de todo el planeta (incluyendo muchos estadounidenses), que buscan explorar las riquezas de la zona. Ya está claro para ellos que no todo es selvas impenetrables, ni pequeños poblados de madera. Hay una diversidad geográfica y cultural gigantesca, y es que podemos decir que las Américas son todo un mundo. El problema es que en el medio de la música de tradición escrita, también debemos hablar a la inversa. Lejanos parecen aquellos tiempos descritos más arriba, en que existía una mayor conexión entre los compositores de este lado del globo y sus colegas trabajando en la sólida y saludable escena estadounidense. Incluso no podemos hablar de Latinoamérica como una entidad unitaria, ya que existe desinformación entre lo que hace un país y otro. En Chile, por ejemplo, no estamos al tanto de lo que sucede en Ecuador o Colombia en cuanto a creación musical, por ejemplo. Solo a veces prestamos atención a nuestros vecinos de Argentina, ya que la cercanía, además de la importancia que tiene Buenos Aires en el cultivo de la nueva música, nos lleva a buscar esa interacción.

¿Qué fue lo que sucedió entonces?

Uno podría pensar que la globalización que rige al mundo de hoy acercó a los compositores de los 35 países que incluye el continente de las Américas, pero hablando en general, la conexión se da principalmente entre países vecinos, y de manera limitada. Podríamos buscar razones para explicar esta situación. Se me ocurre pensar en las dictaduras militares que proliferaron en la zona a partir de los 60, y con las cuales Estados Unidos siempre tuvo una compleja relación, como un motivo que llevó a perder los nexos. Pero no tiene sentido buscar un origen, sino mejor pensar en cómo podemos re-construir ese puente cultural-musical que unía a Estados Unidos con todos los países hacia el sur, desde México hasta Chile y Argentina.

Orrego-Salas no fue el único sudamericano que se asentó en los Estados Unidos. Y por cierto, existen compositores estadounidenses que sienten un interés, una atracción, por la cultura o específicamente la música de algún país de Latinoamérica (y en verdad, no me gusta usar este término, ¿por qué hacer una distinción tan tajante entre los países que hablan español y portugués y los que hablan inglés?) Durante mi carrera como periodista musical, he estudiado la historia de la composición en Estados Unidos, sus aportes y su inconmensurable diversidad (y originalidad), y he podido determinar que una importante característica del compositor estadounidense es su curiosidad. Esto es algo que pude constatar en persona en mis dos visitas a Estados Unidos (en 2009 y 2014), a través de reuniones, conversaciones y entrevistas con compositores americanos.

Por supuesto que yo no puedo hablar por todo el mundo hispano-parlante de las Américas, solo por Chile, el país donde vivo y trabajo. Y puedo decir que aquí, tal como en Estados Unidos, existe una fauna diversa de compositores. Que también abunda la curiosidad musical, así como la imaginación. Y que los estadounidenses pueden encontrar en igual medida visiones estéticas distintas a las suyas y compositores por los que sientan afinidad. Y Chile es sólo un país de los cerca de 30 que componen eso que insisten en llamar “Latinoamérica”.

Por todo lo anterior, pienso que sería bueno buscar un nuevo acercamiento entre el medio musical de Estados Unidos y los distintos países del resto del continente. Este sitio web ha sido una constante plataforma de reflexión y discusión en torno a la nueva música y me pareció el lugar perfecto para hacer este llamado. Un llamado a generar espacios para que nuestros compositores puedan discutir, intercambiar ideas, y por supuesto conocer la música que todos están haciendo. Los compositores generalmente no viven de solamente componer, muchos trabajan en instituciones ligadas a la música, y es a través de estas que se puede luchar por conseguir que estos encuentros se produzcan. La idea es que invitaciones puedan extenderse por parte de festivales, encuentros y otras actividades relacionadas con la nueva música, tanto por parte de los estadounidenses a los compositores de otros países, como de estos hacia sus colegas del norte.

En Sudamérica todavía tenemos demasiado por hacer para difundir y proteger la nueva música. Pero se puede avanzar mucho si nos apoyamos los unos a los otros. Tenemos que lograr que la música de hoy pueda ser interpretada, oída y apreciada. Si todo un continente se une en torno a esa visión, lo podemos conseguir.

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Álvaro Gallegos holding a copy of the score of Edgard Varèse's orchestral composition Amériques.

Álvaro Gallegos es un periodista musical chileno radicado en Santiago, Chile. Actualmente trabaja en Radio Beethoven, donde es editor de su sitio web. También colabora en diarios, revistas, ha dictado conferencias y pronto debutará como productor discográfico.